Zapallo: Historia y 3 Recetas Caseras que Tenés que Probar

Zapallo - El Gigante Noble de la Huerta

Hay algo en el zapallo que impone respeto.

No solo porque pesa y ocupa espacio, sino porque crece con fuerza, sin pedir permiso, estirando sus ramas como si supiera que tiene derecho a estar.


El zapallo no es nuevo.

Está con nosotros desde mucho antes de que existieran supermercados, etiquetas o modas de alimentación.

Dicen que ya lo cultivaban los pueblos originarios de América, mucho antes de que llegaran los europeos.

En Perú, Bolivia, México y otras regiones de América fue una de las primeras verduras domesticadas.

Y eso se nota: crece bien, se adapta, rinde, y alimenta a muchos con poco.


Y no me extraña.

Porque si alguna vez lo sembraste, sabés que es de los que crecen sin hacer mucho ruido, pero firme.

Un día salís al patio y te das cuenta de que se fue por todo el terreno, tapó un rincón del alambrado y hasta se metió entre las patas del galpón.


Yo no recuerdo mi vida sin zapallo.

En casa se cocinó siempre: hervido, en puré, al horno, en guisos, en sopa... ¡y hasta en dulce!

Siempre rendía. Bastaba un pedazo para darle sabor a toda una olla.


Lo que más me gustaba de chica era ver cómo se abría: esa mezcla de naranja profundo y semillas, como si adentro tuviera sol guardado.


Mi abuela decía que cada zapallo era una promesa de comida caliente.

Y tenía razón.

Un poco de zapallo y ya cambia todo: 

al arroz blanco le da vida, 

a la polenta le pone color, 

y a una sopa le da cuerpo.


Y cuando la cosa andaba justa, hacíamos torta de zapallo con lo que hubiera.

Un poco de harina, una cucharada de azúcar, y al horno a leña.

Nada más...


Torta de zapallo (fácil y esponjosa)

Todavía hoy me gusta hacerla.

Humilde, rendidora, y con ese sabor que te abraza.


Ingredientes:

1 taza de zapallo cocido y pisado

2 huevos

½ taza de aceite (el que tengas en casa)

1 taza de azúcar

2 tazas de harina leudante (o común con 1 cdita de polvo de hornear)

Ralladura de naranja o limón

Un poco de canela (opcional)

Esencia de vainilla (opcional)


Preparación:

1. En un bowl, mezclá el zapallo con los huevos, el aceite y el azúcar.

2. Sumá la ralladura, la canela y la vainilla.

3. Agregá la harina tamizada y mezclá bien con cuchara.

4. Volcá la mezcla en un molde enmantecado y enharinado.

5. Llevá al horno precalentado a 180 °C durante unos 40 minutos, o hasta que al pinchar con un palillo salga seco.

6. Dejála enfriar. Si querés, podés espolvorear un poquito de azúcar impalpable.

No hace falta batidora ni nada raro.

Sale húmeda, esponjosa, y es ideal para el mate o para llevar al campo.


Dulce de zapallo con cascarita de naranja

Otra receta que me encanta es esta.

Llena la cocina de un aroma que abraza.


Ingredientes:

1 kilo de zapallo (pelado y en cubos)

500 g de azúcar

Cáscara de 1 naranja (en tiritas finas)

1 chorrito de vainilla (opcional)


Preparación:

1. Poné todo en una olla: el zapallo, el azúcar y la cáscara de naranja.

2. Cociná a fuego bajo, revolviendo cada tanto.

3. El zapallo va largando jugo y se va ablandando.

4. Cuando esté espeso y con textura de dulce, apagá el fuego.

5. Si querés, agregá la vainilla al final.

6. Guardalo en frascos limpios. En la heladera dura bien.


Mascarilla de zapallo para la piel

Sí, el zapallo también sirve para cuidarte por fuera.

Esta mascarilla es ideal para piel seca.


Ingredientes:

2 cucharadas de zapallo cocido y pisado

1 cucharadita de miel

1 cucharadita de avena fina


Cómo se hace:

1. Mezclá todo hasta formar una pasta.

2. Aplicá sobre la piel limpia del rostro (evitá los ojos).

3. Dejá actuar 10 a 15 minutos.

4. Enjuagá con agua tibia y secá con una toalla suave.


No son secretos.

Son cosas que uno aprende de mirar, de escuchar a los mayores, de probar.


Y que hoy me siguen acompañando.

Me gusta cocinarlo sin apuro, dejar que el aroma llene la cocina.


Me recuerda que lo más simple sigue siendo lo más sabroso.

Que no hace falta complicarse para nutrirse.


El zapallo, con su forma de luna gorda, me enseña a valorar lo que la tierra da con generosidad.

Y cuando lo corto, cuando lo cocino, siento que no solo estoy haciendo comida…

estoy continuando una historia que viene de muy lejos.


¿Y vos? ¿También creciste con zapallo en tu mesa?

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